Comencé a tocar la guitarra española el día 3 de junio de 1987, normalmente sería imposible recordar la fecha exacta pero en este caso es fácil, fue el día que falleció el guitarrista más trascendente de todos los tiempos, Andrés Segovia.
Tenía doce años de edad y todavía recuerdo perfectamente las imágenes en todos los telediarios en las que aparecía el maestro interpretando “Asturias” de Isaac Albéniz. Me impactó tanto que inmediatamente me puse manos a la obra, en España no es extraño tener una guitarra en casa aunque nadie la toque, y fue precisamente esta obra la primera que aprendí (de “oído”) en unos pocos días. Dos meses después di mi primer recital.
Desde este día hasta hoy, he dedicado mi vida a la música en general y a la guitarra española en particular sin descanso y con toda la dedicación que me ha sido posible. Ser guitarrista es una labor muy dura, requiere dosis extraordinarias de esfuerzo y una vocación eterna al margen del talento.
En el camino (que por supuesto continúa) me he encontrado con personas maravillosas amantes de este instrumento como Norberto Torres, que me orientó y alentó para comenzar los estudios, Maty Rodríguez, mi “Maestra” a la cual le debo todo, David Russell, artista único e inspirador no solamente mío sino de varias generaciones en el mundo entero además de ser un ejemplo como persona junto a su esposa María Jesús, por supuesto a Iván Ríjos, un genio sin igual, probablemente el músico con más talento que he conocido nunca y del que aprendí un concepto del instrumento de otra dimensión, más allá de los impedimentos técnicos y acústicos establecidos anteriormente.
Puedo afirmar que esta grabación contiene todo esto junto con mis otras experiencias musicales y vitales. A pesar de haber grabado junto a orquestas y algunos de los solistas más famosos del mundo, hasta este momento no había sentido la necesidad de grabar un disco de guitarra sola, espero realizar más pero este es especial por todo.
Me he encerrado literalmente durante dos meses en mi estudio, ubicado en el Parque Natural de Cabo de Gata – Almería (Andalucía – España), mi tierra natal y casualmente lugar donde nació y murió en el siglo XIX D. Antonio de Torres, el constructor de guitarras más importante de todos los tiempos, considerado el “Stradivarius” de la guitarra.
Cada pieza la he grabado tras una profunda reflexión y según el estado de ánimo, llegando a realizar sesiones ininterrumpidas de hasta ocho horas.
Cualquier músico que ha pasado por un estudio de grabación sabe que el tiempo es limitado y que además el ingeniero de sonido por muy paciente que sea, tiene un límite. Yo quería saltar ese límite y disfrutar de mi propia interpretación consiguiendo la fuerza de un recital en directo y la “perfección” de un estudio. Con esto no quiero decir que esto no se pueda conseguir de otra forma, yo mismo disfruto de miles de discos maravillosos grabados por los procedimientos habituales de hoy día.
Para mí no ha sido un capricho, ha sido una necesidad sin más pretensión que sentirme satisfecho conmigo mismo y compartir con el público lo que mejor sé hacer. En un mundo que vuela a una velocidad que no te permite reflexionar, cada día más impersonal y donde es casi obligatorio seguir las pautas protocolarias que nos dicta la sociedad, me llena de satisfacción tener el privilegio de transmitir mi música del modo más íntimo, personal y directo.
Quiero expresar mi gratitud a mi amigo y extraordinario constructor de guitarras (almeriense también) Juan Miguel González, con el que he trabajado muchos años para conseguir una guitarra que proporcionara el timbre que tengo grabado en la cabeza desde que mis padres trajeron a casa mi primer vinilo de Andrés Segovia, el sonido de la guitarra española por excelencia.
Hablando de mis padres, precisamente a ellos y a toda mi familia dedico este disco porque “lo más importante es saber qué es importante”.